Expertos del Hospital San Juan de Dios (HSJD) lanzaron la alerta. Aumenta la cantidad de adultos jóvenes entre los 25 a 34 años a los cuales se les diagnostica en la fase tardía el VIH-Sida, pero lo más preocupante del hecho es que se trata de personas, que tras hacerles los estudios correspondientes, se concluye que tienen entre ocho, 10 o más años con la enfermedad, por lo que en muchos casos adquirieron el virus en plena adolescencia.
Así de contundentes fueron Ricardo Boza y Karina Wagner, infectólogo y trabajadora social ambos del HSJD, quienes coincidieron que ante los diagnósticos tardíos tiene mayores implicaciones sobre las personas y los servicios de salud, por lo que reiteraron la importancia de acudir de manera oportuna para recibir el tratamiento respectivo.
Recordaron que el VIH-Sida es una enfermedad crónica y no una sentencia de muerte, pues existe el tratamiento para hacerle frente y de detectarse a tiempo la expectativa de vida se amplía.
MÁS CASOS NUEVOS
Según comentó Boza, el año pasado en ese centro médico se detectaron 170 casos nuevos de VIH-Sida, lo cual supera el promedio anual que ronda entre 100 y 120 casos, es decir, entre 50 y 70 más.De estos, un 62% eran personas en edades comprendidas entre los 25 y 34 años que acudieron al centro médico por un padecimiento asociado o conocido como enfermedad oportunista como la tuberculosis, meningitis por hongos, diarreas, neumonías y el síndrome del desgaste, al tiempo que Boza señaló que se registró un aumento importante de los casos de sífilis.
En total, son 1188 casos los antendidos en el HSJD, de los cuales el 75% son hombres y un 25% mujeres.
“Lo que preocupa es la presencia de la enfermedad desarrollada en jóvenes de menos de 30 años, lo que quiere decir que muchos de ellos se contagiaron en la adolescencia como a los 15,16 y 17 años. En muchos casos tuvieron múltiples parejas y practican el acto sexual sin protección”, reafirmó Boza.
Comentó que el grado de mortalidad del VIH-Sida ronda el 20% (el año pasado fallecieron 23 personas), por lo que hay un 80% que sobrevive con la enfermedad, siempre y cuando se tomen los antiretrovirales.
Karina Wagner, trabajadora social del HSJD dijo que en muchos casos, los jóvenes tienen miedo por lo que optan por no ir, pero cuando no les queda de otro y reciben el diagnóstico, la reacción es de crisis, donde el llanto, la depresión y la desesperanza se presentan.
“Se bajó la guardia. Como ya se sabe que es una enfermedad crónica, que tiene tratamieto y que se puede vivir con la enfermedad, eso podría incidir en el descuido. Todavía hay muchos mitos que vencer”, mencionó Wagner.
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